HECATOMBE EN LA UNIVERSIDAD PÚBLICA COLOMBIANA
JUAN GUILLERMO LONDOÑO CARDONA
Jefe Departamento de Obstetricia y Ginecología
Facultad de Medicina
Universidad de Antioquia
“La educación es el gran motor del desarrollo personal, es a través de ella que la hija de un campesino puede convertirse en médica, que el hijo del minero llega a ser el jefe de la mina y que el hijo del agricultor puede llegar a ser presidente de una gran nación”. Esta frase de Nelson Mandela en buena medida resume la razón de ser de la universidad pública como canal lícito de ascenso social para que jóvenes de estratos bajos, alcancen posiciones de liderazgo detentadas hoy por una minoría privilegiada.
En Colombia las oportunidades para los jóvenes son mínimas y sin lugar a dudas la universidad pública es la única tabla de salvación para miles de ellos que de no lograr ingreso, tendrían un futuro incierto, bien en la economía informal o en el tenebroso abanico de posibilidades que ofrecen los grupos delincuenciales de todas las pelambres que lamentablemente pululan en nuestro país.
Para vergüenza nuestra, la universidad pública pasa por una grave situación económica que amenaza seriamente su futuro y la pone al borde del cierre como efectivamente viene ocurriendo en las universidades de Tunja, Caldas, Cauca, Pamplona, Tecnológica de Pereira y próximamente en la Universidad Nacional de Colombia, según manifiesta el señor Rector Moisés Wasserman. Esta crisis no obedece a un mal manejo de las finanzas universitarias, sino al imperfecto sistema de financiamiento vigente para, la educación superior que a partir de la promulgación de la Ley 30 de 1992 no tuvo en cuenta los requerimientos económicos para la ampliación de cobertura, infraestructura física, actualización tecnológica, investigación, movilidad profesoral y estudiantil, exención de pago de matrículas para estudiantes de estratos bajos, etc. Con la globalización el mundo cambió y con él las necesidades de la educación, por lo tanto si Colombia quiere ser competitiva debe actualizar el presupuesto para la educación pública congelado hace 16 años.
En nuestro país el presupuesto para las 32 universidades públicas es de 1,6 billones de pesos, de los cuales 969.000 millones corresponden a la Universidad Nacional con sus respectivas sedes, las 27 universidades públicas restantes se deben repartir los otros 631.000 millones.
El sector defensa nacional colombiano gasta en 2009, 19,5 billones de pesos equivalentes a 9 puntos del producto interno bruto y a 13% del presupuesto nacional y en contraste la educación superior recibe sólo el 0,25% de este producto y el 1% del presupuesto nacional. En América Latina el presupuesto de la educación superior colombiana ocupa el penúltimo lugar, solamente superado por Haití. Esto explica claramente la situación financiera de la universidad pública ya que para aceptarlo se requiere debilitar la conciencia crítica de una nación.
Es bueno recordar que aproximadamente el 87% de los estudiantes de las universidades públicas pertenecen a los estratos socioeconómicos 1, 2 y 3 y la matrícula pública representa el 52% del total, cuando hace apenas dos décadas era del 35%. Este incremento se hizo con recursos propios de la universidad.
En comunicado dirigido al señor Presidente de la República, al Ministro de Hacienda y a los senadores y representantes, los rectores de las universidades públicas solicitan un incremento del 5,5%, a manera de compensación económica a partir del 2010 para garantizar su funcionamiento, debido a que el déficit conjunto de las universidades asciende a 158.000 millones, suma necesaria para cubrir obligaciones normales que de no lograrlo estarían condenadas al cierre.
La señora Ministra de Educación manifiesta que este incremento no es posible porque según sus cálculos cada estudiante de la Universidad Nacional le cuesta al estado 20 millones de pesos anuales, sería bueno conocer como se llegó a esta cifra, ¿qué metodología se empleó?
Según el sitio oficial de las fuerzas armadas de Colombia (Medios para la Paz, visitado el 15 de octubre de 2009), la marina, la aviación y la policía uniformada y secreta de Colombia tienen en su conjunto 240.000 hombres, el número de efectivos de las fuerzas armadas regulares es 180.000 hombres, Colombia ocupa el primer lugar del mundo en número de miembros de las fuerzas armadas y de policía entrenados en Estados Unidos.
Si el presupuesto de la seguridad colombiana es 19,5 billones de pesos al año, ello indicaría que cada efectivo de las fuerzas armadas regulares nos cuesta a los colombianos la suma de 100 millones de pesos anuales, esto haciendo las cuentas como las hace la señora Ministra de Educación.
Lo que ocurre es que la seguridad democrática es la prioridad para el gobierno colombiano y la educación es a todas luces un asunto secundario. Vale la pena recordar a Benjamín Franklin quien decía que “educar en la igualdad y el respeto es educar contra la violencia”, según este pensador la educación es la mejor herramienta para alcanzar la paz y además, en Colombia, vale cinco veces menos.
Si para la Ministra de Educación el problema de la universidad pública es su alto costo, es bueno recordarle que los 158.000 millones de pesos que solicitan los rectores para salvar las universidades públicas, equivalen al 0,007% del gasto en guerra, al 3% de los cuatro billones que pierde Colombia en corrupción cada año y a 18.000 millones menos que los subsidios entregados a un grupo de ricos del país por el actual gobierno en el programa Agro Ingreso Seguro.
Triste futuro le espera a Colombia donde la educación no es una prioridad, donde la razón y la verdad poco interesan ante prioridades como el militarismo. Tenemos el miserable orgullo de ocupar el puesto número 25 en gasto militar en el mundo, ser la segunda potencia militar en Latino América después de Brasil y estar entre los 15 ejércitos más poderosos del mundo en guerra irregular e infantería ligera, pero paradójicamente no aparecemos en el ranking de las mejores 500 universidades del mundo (Ranking de Shangay) y está en entredicho el funcionamiento de las universidades para el 2010. La universidad pública tiene enemigos externos que la asfixian en lo económico y enemigos internos que en su inmensa miopía atacan, maltratan y tratan de acallar a uno de sus máximos defensores, como ocurrió en días pasados con el señor Rector de la Universidad Nacional.
Vale la pena hacer un poco de memoria y recordar experiencias exitosas en educación en nuestro país y las Américas: dos administraciones pasadas en las ciudades de Medellín y Bogotá le apostaron a la educación con calidad, equidad, acceso y sostenibilidad, y la ciudadanía aún las añora por su exitosa gestión; hoy Brasil confía su futuro a la educación con asignaciones significativas del presupuesto nacional, Chile en la frontera de los países desarrollados es tal vez el mejor ejemplo latinoamericano de inversión en educación, reflejado en indicadores trazadores de desarrollo.
Los colombianos hemos sido obligados a subsidiar al sector financiero con el cuatro por mil de las operaciones bancarias, dinero que hoy se destina a la guerra; seguramente sería motivo de júbilo si ese cuatro por mil se destinara a financiar la educación pública, así se haría justicia con nuestra juventud y se aclararía el futuro de las universidades, y tal vez algún día podríamos decir que Colombia es la más educada, la menos violenta y la más segura en el concierto latinoamericano.